La ausencia de Lamine Yamal en el FC Barcelona ya es cosa del pasado, como el último par de calcetines que se pierde en la lavadora. Su regreso tras un pequeño descanso forzado debido a un tobillo rebelde devolvió la chispa al equipo, que, tras un reencuentro tan emotivo como el de un perro con su dueño, logró colarse en la final de la Supercopa de España contra un Athletic Club que llegó un poco más desinflado que un globo después de la fiesta de cumpleaños de un niño.
Desde el primer minuto, la afición dejó claro que Yamal era su nuevo héroe, brindándole una ovación que hizo que los ecos resonaran hasta el fondo de los vestuarios. Pero, curiosamente, el primer gol se estaba cociendo en la otra esquina del campo, como un guiso que se cocina lentamente.
Por la banda izquierda, Pedri comenzó a brillar como una estrella fugaz, sorteando defensas y creando jugadas que dejaban al Barcelona más suelto que un gato en una habitación llena de ratones. Le pasó el balón a Balde, quien decidió hacer la típica asistencia que todos los niños sueñan con replicar en el parque. Y, en vez de Lewandowski, apareció Gavi, quien, en un arrebato de alegría, dedicó su gol a su compañero Dani Olmo, quien parece estar más emocionado por la Navidad que por el fútbol en sí.
En el bando del Athletic, la incertidumbre se convirtió en realidad cuando el Barcelona encontró el camino al gol. Tras un error de Unai Simón, que se quedó más confundido que un pez en una bicicleta, Iñaki Williams empezó a hacer lo que mejor sabe hacer contra el Barça: liderar un equipo que claramente necesitaba al pequeño Williams, aunque se encontró con un Szczesny tan sólido como una roca.
Mientras tanto, Nico estaba en la banda, calentando como si estuviera a punto de entrar en una maratón y mirando a su amigo Yamal, quien seguía dejando su huella en el campo como un artista en una galería.
En medio de un duelo épico entre Gavi y Yuri, el ex del Athletic, Íñigo Martínez, se convirtió en el ladrón de la noche al interceptar un balón. Pedri continuó la jugada y Gavi, como un mago en un espectáculo, hizo que cada toque de balón pareciera una obra de arte, encontrando a Yamal, quien se plantó frente a Unai Simón y provocó una ovación que podría haber hecho llorar de felicidad a cualquier aficionado.
Los aplausos no cesaron ni cuando Yamal fue sustituido, aunque no logró coincidir en el campo con Nico. La entrada del otro extremo de la selección española se sintió de inmediato; el Athletic comenzó a embestir la portería del Barcelona, incluso anotando dos goles que fueron anulados más rápido que una mala broma. Uno de ellos de De Marcos y otro de Iñaki Williams, que se fue a casa sin el premio que tanto había buscado durante todo el partido, como un niño que no logra conseguir su golosina favorita.